El sexting (contracción de sex y texting) es un anglicismo que se refiere a compartir electrónicamente mensajes de contenido sexual explícito con otras personas, por medio de teléfonos móviles principalmente (la webcam es otra opción habitual). Los móviles permiten con mayor facilidad grabar contenidos sexuales, en cualquier lugar en el que haya intimidad.
Estas imágenes son producidas generalmente por el propio remitente y de forma voluntaria. El remitente es responsable de su primera difusión. Normalmente el destinatario es la pareja sexual o amorosa, aunque también ocasionalmente pueden serlo otros amigos.
Las imágenes se realizan normalmente ante una petición, para impresionar a su pareja o como medio para provocar deseo sexual.
Para que se pueda considerar sexting, el protagonista debe posar en situación erótica o sexual. Las fotografías sugerentes pero sin contenido sexual explícito no son material de sexting, aunque en algunos casos es difícil diferenciar.
Agravantes
Una mayor disponibilidad de medios tecnológicos a edades muy tempranas, hace que preadolescentes entre 10 y 12 años, entren en el mundo del sexting motivados por la curiosidad, la diversión y el posicionamiento entre sus iguales, más que por razones sexuales. Según datos del INE más de la mitad de los niños de 11 años tienen móvil, con la consiguiente conexión a Internet y redes sociales. Con estas edades no son conscientes de los riesgos que tienen prácticas como el sexting.
El desconocimiento de los padres sobre el uso que sus hijos dan a los medios de comunicación contribuye a expandir esta práctica.
Uno de cada siete jóvenes menores de 18 años ha practicado el sexting enviando mensajes de contenido sexual, y uno de cada cuatro recibiéndolo y, en muchos casos, reenviando alguna imagen o vídeo.
Oferta ilimitada
Los adolescentes están sobreprotegidos, por lo que resultan vulnerables y fácilmente manipulables al estar expuestos a un universo infinito de material sexual.
La pornografía de las generaciones anteriores se limitaba a revistas y películas que podían verse muy de vez en cuando. Hoy en día los niños ya tienen acceso a un espacio sexual ilimitado en sus teléfonos móviles.
Presión social de un clima hipersexualizado
Internet y las nuevas tecnologías se convierte en el principal educador sexual de nuestros adolescentes. Obtienen gran cantidad de información a nivel biológico a través de los medios de comunicación, pero necesitan una educación sobre el papel que desempeña la sexualidad dentro de la persona.
El contexto cultural actual es un factor que impulsa el fenómeno del sexting. Se trata de una sociedad materialista y profundamente hedonista en la que el placer es un valor fundamental. Se da un excesivo culto al cuerpo y los medios de comunicación se encargan de transmitir imágenes y escenas de desnudos y prácticas sexuales, que hacen que se normalice todo aquello que ven, copiando diferentes conductas sexuales.
La presión social que ejerce un clima hipersexualizado hace que los adolescentes, por sentirse “normales” o por aceptación del grupo, sientan la necesidad de realizar prácticas como el sexting, imitando comportamientos sexuales. Por este motivo hay jóvenes que practican el sexting dentro de relaciones estables. Este tipo de conductas hacen que la relación se focalice en lo carnal, dando rienda suelta a los impulsos sexuales, sin desarrollar la intimidad emocional.
La práctica del sexting puede llevar a una mayor promiscuidad y generar adicciones sexuales.
Llama la atención ver cómo realizan prácticas sexuales estrambóticas y, simultáneamente, presentan conductas infantiles e ignorancia en asuntos elementales.
El alcohol potencia este tipo de prácticas y el descuido de los riesgos que conllevan.
El sexting tiene grandes riesgos
Los adolescentes son demasiado ingenuos a la hora de enfrentar el sexting, y no son conscientes de las graves consecuencias que puede tener mandar una imagen de contenido sexual.
Sienten plena confianza en sus parejas y no se les ocurre pensar en lo que puede ocurrir si se hace un uso perverso de esas imágenes. Lo ven incluso como una prueba de amor. Los sentimientos son muy variables y del amor al odio puede haber un paso. En este sentido sienten una falsa seguridad, pues confían en el otro y creen que tienen controlada la información.
En ocasiones, cuando se acaba esa relación que sentían eterna, puede ocurrir que por venganza, chantaje o simplemente por diversión, se enseñen esas fotos que protegían mientras “se querían”, vulnerándose así la intimidad y el honor. La sextorsión consiste en chantajear a una víctima amenazando con difundir imágenes o vídeos comprometidos.
No se puede garantizar seguridad con las imágenes digitales.
La distribución de la información digital es incontrolable. Una imagen a través de los medios de comunicación puede recorrer el mundo en minutos y ya no hay quien lo pare.
Además, tu teléfono o el móvil del otro, pueden perderse o ser objeto de robo, captura de documentación, etc. Entonces otra persona, a la que no conocemos, estará en disposición de esas imágenes. Si éstas caen en manos de personas sin escrúpulos, los adolescentes pueden ser sometidos a chantaje sexual y al acoso de los demás.
Cuando practicas sexting con otra persona se genera una relación de dependencia con ella, pues tiene algo que no controlas y con lo que puede ejercer gran presión sobre ti.
Aunque no se vea el rostro, cualquier signo de tu cuerpo puede delatarte y el número de teléfono vinculado a la imagen puede revelar tu identidad.
Los adolescentes no son conscientes de las consecuencias que puede tener el hecho de que las imágenes compartidas sean de dominio público. Lo que colgamos en Internet queda en la red para siempre y puede ser encontrado por quien menos nos conviene en el momento menos oportuno. Desde el momento en el que envías una imagen pierdes el control sobre la misma.
En ocasiones el daño provocado al reenviar imágenes o videos sin consentimiento puede conducir a situaciones de angustia que pueden provocar consecuencias psicológicas, estados de estrés y ansiedad y en caso límite pueden llevar al suicidio. El daño emocional se hace extensivo a los familiares de la víctima.
Educación de los padres
Los padres tenemos que hablar de estos temas en la familia, explicando de forma clara los riesgos del sexting y creando un espíritu crítico para evitar su práctica.
Lo fundamental es predicar con el ejemplo. Si ven que cuidamos nuestra reputación digital y respetamos la intimidad propia y la ajena, también lo harán nuestros hijos. Respetarse incluye el respeto del cuerpo.
Es necesario que los padres tengamos conocimientos del mundo digital para poder sintonizar con nuestros hijos y, cuando son más pequeños, tener sistemas de control de los medios de comunicación. No se trata de violar su intimidad sino de velar por su seguridad. Se enfrentan a demasiados peligros y en casos de riesgo es necesario intervenir.
Como medida preventiva es bueno que los menores no tengan medios de comunicación en su habitación pues favorecen la visión de contenido sexual explícito; es conveniente también marcar unos horarios de uso.
Los padres tienen que hablar a sus hijos sobre la importancia de la privacidad, sobre lo que es y lo qué no es adecuado compartir en los medios de comunicación y la necesidad de desarrollar una adecuada identidad digital.
Puede ser delito
Producir fotografías de menores con contenido sexual es un delito, así como la tenencia o envío de las mismas, aunque sean de sí mismo. Puede ser considerado pornografía infantil y por este motivo ser penado por la ley. Aun cuando no sean ellos los que hagan las fotografías, pueden llegarles contenidos de tipo sexual que deben abstenerse de reenviar. Lo mejor es borrar la imagen.
Con los temas sexuales, no se juega…
Fuentes de información:
http://www.pantallasamigas.net/
https://www.aboutespanol.com/cinco-pasos-para-evitar-el-sexting-23367
http://respetoimagenesintimas.com/
